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Jorge Alberto Gudiño Hernández

15/10/2016 - 12:00 am

Nobel a Dylan

El otorgamiento del Premio Nobel de Literatura de este año a Bob Dylan me provoca sentimientos encontrados. No porque considere que carece de la calidad necesaria para merecer el galardón. Al contrario, sus letras, leídas como poesía, bien pueden estar al nivel de muchas otras. Sin embargo, también es cierto que se le ha otorgado […]

Mis sentimientos encontrados persisten. Yo mismo no sé qué tan de acuerdo estoy con la idea de que Bob Dylan haya ganado el Nobel. No importa. Lo que me parece relevante es la discusión que se ha abierto. Foto: EFE
Mis sentimientos encontrados persisten. Yo mismo no sé qué tan de acuerdo estoy con la idea de que Bob Dylan haya ganado el Nobel. No importa. Lo que me parece relevante es la discusión que se ha abierto. Foto: EFE

El otorgamiento del Premio Nobel de Literatura de este año a Bob Dylan me provoca sentimientos encontrados. No porque considere que carece de la calidad necesaria para merecer el galardón. Al contrario, sus letras, leídas como poesía, bien pueden estar al nivel de muchas otras. Sin embargo, también es cierto que se le ha otorgado un premio de literatura a alguien que no lo necesita.

Durante las horas que han pasado desde el anuncio hasta ahora, he leído argumentos a favor y en contra. Muchos de ellos, lo confieso, sólo parten de las emociones típicas de la inmediatez de las redes sociales. Así, he atestiguado gritos de euforia y denuestos. Son los que menos me interesan. Los unos y los otros. Más allá de ellos, también he leído comentarios fundados a favor y en contra de dicha entrega. Me detengo en ellos.

Sobre todo, porque, a diferencia de todas las polémicas surgidas en los años previos, ésta abona a una discusión tan profunda como interesante. Ya no importan, en realidad, los merecimientos; si es que alguna vez fueron lo más relevante a la hora de designar al ganador. La Academia Sueca ha hecho algo inusual. Algo que ya se venía perfilando desde el año pasado, cuando muchas voces se alzaron en contra del otorgamiento del máximo galardón literario a una periodista. Basta leer los libros de Alexiévich para descubrir el enorme caudal de literatura que hay en ellos.

La discusión, entonces, se ha abierto hacia la posibilidad de considerar literatura algo que no estaba dentro del espectro. Definir la esencia de esta disciplina es, cuando menos, una labor titánica. Nadie podría establecer con certeza los parámetros para delimitarla. Así, al entregarle el premio a una periodista y a un cantante (ambos con una calidad literaria indiscutible), la Academia ha fijado una nueva pauta. La misma que permite la inclusión de lo que, con anterioridad, podríamos haber considerado géneros menores. O, al menos, diferentes.

Esta apertura marca un nuevo curso. Todo aquél que trabaje con la palabra podrá ser candidato al Premio. Así, no deberá sorprendernos que el futuro nos anuncie a un guionista, a un novelista gráfico o a cualquiera que sepa hacer cosas con el lenguaje. Eso, sin duda, es algo que debemos celebrar.

Por otra parte, también abre el resquicio a una nueva posibilidad. Siempre hemos entendido a la literatura como un oficio solitario. Es en el campo de la música, de las canciones, donde es factible encontrar a compositores que no trabajan en solitario. Ejemplos hay muchos y por doquier. La mayoría están clausurados por su calidad. Sin embargo, bien podría darse el caso de una dupla de compositores cuyas letras estén cargadas de esa extraña cosa a la que podemos catalogar de literaturidad. De altos vuelos. Incapaces de definir quién escribió una u otra estrofa, uno u otro verso, entonces bien podría darse, dentro de no mucho, un Premio Nobel compartido. No será tan extraño como suena. En las otras disciplinas que premia el galardón suele habar múltiples ganadores.

Mis sentimientos encontrados persisten. Yo mismo no sé qué tan de acuerdo estoy con la idea de que Bob Dylan haya ganado el Nobel. No importa. Lo que me parece relevante es la discusión que se ha abierto. Una discusión que, en el mejor de los casos, va más allá del merecimiento. Una discusión que se centra en lo que compete a lo literario. Quienes nos dedicamos a estos asuntos, debemos celebrarla. Sin duda. Porque ella nos permite reflexionar en torno a nuestro propio oficio. Ampliar nuestras perspectivas y salir de los esquemas rígidos que, aceptémoslo, nos han envuelto durante años.

Para mi gusto, da igual quién se gana el Premio Nobel. A veces son afortunados descubrimientos que leemos con verdadero placer; en ocasiones nos decepciona la decisión ya sea por desconocimiento o porque juzgamos desde una falsa estatura intelectual. Lo relevante, me parece, será poder discutir en torno. Discutir con argumentos. Descubrir que no siempre tenemos razón y ver con alegría ese hecho. Es algo que, como nunca, hemos comenzado a hacer desde hace un par de días. Espero que, en cuanto se diluya la sorpresa inicial, seamos capaces de profundizar más en nuestros planteamientos para descubrir que, quizá, la literatura está más presente en nuestras vidas y en nuestro entorno de lo que pensábamos. Algo, sin duda, digno de júb

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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